DROGA LEGAL
Son muchos los estudios que demuestran que el consumo de azúcar refinada no aporta ningún beneficio para la salud y sin embargo los perjuicios que conlleva son muchísimos. Un consumo excesivo de azúcar a largo plazo pueden producir obesidad, diabetes, hipertensión, síndrome metabólico e incluso cáncer y además de todo esto no olvidemos el gran poder adictivo que tiene. Con lo cual su consumo a pesar de estar no solo normalizado sino casi obligado consumirlo, es totalmente perjudicial para la salud. EL azúcar la vemos en prácticamente cualquier producto procesado, desde una lata de tomate, hasta el jamón dulce llevan azúcar. Tomar la decisión de restringir su consumo y proteger a los niños de ello, en el mundo que vivimos se ha convertido en un auténtico conflicto interno y externo. Ya no solo tenemos un bombardeo constante de estímulos en cualquier tipo de establecimiento, hasta en los hospitales, por muy paradójico que parezca, hay máquinas que ofrecen productos llenos de azúcar. Pero ya no es solo eso, como padre de una niña de 9 años, protegerla del exceso de su consumo es reto prácticamente imposible de conseguir sin que te vaya la salud emocional en juego. Muchos establecimientos cuando te ven entrar con un niño automáticamente le ofrecen al niño, un caramelo, una piruleta o cualquier “mierda” de estas, sin ni siquiera pedirte permiso para ofrecérselo. Hasta tal punto se ha normalizado que tratar de restringir su uso a días especiales, te convierte a ojos de los demás en un “talibán”. Dostoyevsky citó “La tolerancia llegará a tal nivel que las personas inteligentes tendrán prohibido pensar para no ofender a los imbéciles”. Hasta este punto hemos llegados que el consumo de azúcar, se ha convertido en la norma y mientras muchas madres y padres beben alcohol, fuman, van medicados hasta las cejas y tienen actitudes poco recomendables y éticas para sus hijos, a mi me etiquetan de talibán por tratar de enseñar valores y conductas saludables a mis hijos. Está claro que es un trabajo que se ha convertido en todo en un reto y que admito que en muchas ocasiones he cedido por que si no, mi hija era la única de todo su grupo de amigos que no tomaba helado. Y qué difícil es, decir no, cuando ya estás viendo la magnitud de la tragedia y las miradas acusadoras no solo de tu hija, sino del grupo de padres, que incluso se atreven a intervenir cuando nadie les ha pedido opinión. Es un tema que da para mucho, y podíamos estar escribiendo páginas enteras, pero prefiero dejarlo aquí, sabiendo que pocos me seguiréis y apoyaréis, añadiendo que no es mi intención pelear contra el sistema, sino integrarme en el de la mejor manera posible, pues lo otro sería perder la cabeza y la salud, y acabo con el deseo de poder encontrar la paz y el equilibrio suficiente para enseñarle a mis hijos con mi ejemplo personal más que con mis palabras.